octubre 11, 2007

En el aniversario de la muerte del Che: Un muerto que no para de nacer

Lejos de la opción ideológica o del "consumismo burgués", a 40 años de su muerte, para una porción significativa de jóvenes el Che parece representar la resistencia al conformismo.

Tiene sólo 20 años y ninguna camiseta con la imagen del Che en su ropero. Pero cuando tuvo que concurrir al programa de tevé Locos por Saber representando a su liceo, se decidió por el desafío. Pidió prestada una remera con la emblemática imagen a un amigo y se presentó con su mejor sonrisa ante las cámaras. "Fue por rebeldía", razona Yamandú. "El programa lo auspicia la secta Moon…". No hace falta dar más detalles. En las culturas juveniles las palabras sobran y las imágenes no necesitan explicaciones. La contundencia del gesto de Yamandú lo dice todo.
Entre los jóvenes la imagen del Che aparece asociada a una concepción mestiza de rebeldía, alejada de cualquier filiación política u opción partidaria. Quizá sea Maradona, con su Che tatuado en el hombro que enseña con desafiante orgullo, el mejor ejemplo de esa rebeldía espontánea lindante con el desafío. Para quienes suelen leer la vida en clave ideológica, ese mestizaje resulta incomprensible; condenable por ecléctico, poco sólido, incoherente. Sobre todo cuando la efigie del guerrillero parece intercambiable con la de personajes como Bob Marley, otro icono habitual de laos decorados juveniles, con quien comparte un aura de provocación y rechazo al doble discurso.

Maxi, 22 años, estudiante de sociología, tiene por el contrario una visión diferente del personaje que en forma de pegotín luce en su matera. "Es el símbolo de la revolución, de la entrega, del sacrificio por una causa", explica en un lenguaje que no ahorra conceptos. Este caso representa una inequívoca construcción que hace de la coherencia su razón de ser. Aún así, Maxi combina la ideología con los afectos, una combinación que se ha mostrado imbatible en el imaginario juvenil.
Entre ambos extremos, por decirlo así, viven muchos Che: desde la chica que enfatiza en la "estampa", hasta el "porque sí" incrédulo que no entiende porqué haría falta una lógica que explique un gusto, una opción estética o una afinidad política. Ahí radica, quizá, la fuerza de la imagen que Ernesto Guevara trasmite a generaciones que no vivieron el clima de confrontación de los sesenta y los setenta, pero tampoco conocen detalles de la vida del guerrillero, más allá del constante "murió peleando" o "dio la vida por sus ideas" que repiten unos y otras. Puede sospecharse, aunque es difícil encontrar quien lo formule de ese modo, que el Che es sentido como un héroe, más cultural que político, en el sentido partidario del término. De ahí que en tantos lugares aparezca junto a otros "héroes" vinculados a la música y al deporte, en general varones que vivieron a contramano de lo establecido.

En todo caso, preguntar a los jóvenes por razones a la hora de saber los motivos de una elección –como hizo este cronista- es casi herejía que se paga con indiferencia. El historiador peruano Alberto Flores Galindo observa en su país cómo la imagen del Che acompaña a las estampas del Señor de los Milagros o a la Virgen del Carmen. Concluye que se trata de "la reelaboración de un personaje histórico desde la cultura popular", lo que explica que se lo emparente con vírgenes y santos, y no de una herencia de los sesenta como en ocasiones se pretende. Quizá esa reelaboración popular explique porqué en el Río de la Plata, el Che aparece en las tribunas donde las barras bravas agitan banderas manyas o tricolores. Qué otra cosa podría ser el Che en estos pagos sino un icono asociado al fútbol.
Si fuera cierto que estamos ante una reelaboración popular-juvenil de un mito, asentado en un personaje histórico que en sólo cuatro décadas sobrevuela invicto desde la crisis del socialismo real hasta la dificultad de las izquierdas a la hora de cambiar el mundo, sólo sería comprensible desde el interior de esa cultura, desde sus códigos, modos y formas de vivir el presente. Es en este sentido que la expansión de la iconografía del Che no puede sorprender a nadie. ¿Podrían acaso los jóvenes mitificar algún futbolista cuando asistimos al estrepitoso fracaso del principal deporte nacional? Dicho de otro modo, ¿hay algo de heroico en nuestra sociedad, en sus gobernantes, en sus intelectuales, en sus artistas, que merezca convertirse en icono, en representación de los sueños de los adolescentes? Mientras esto siga siendo así, y quizá aún aunque cambie, la imagen del Che seguirá sonriendo en el imaginario juvenil.

Raúl Zibechi

Tomado de periódico digital Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=57314
Enviado por: Franklin Peralta

septiembre 13, 2007

La tentación de la utopía I


















Está claro que no vivimos en un mundo feliz. Y que tampoco lo alcanzaremos en el futuro. Toda utopía es irreal porque lo real es la libertad, la posibilidad siempre aprovechada de meter la pata, de estropear las cosas. De ahí que la utopía sólo es posible sobre el papel, pues si quiere ser real ha de serlo sobre la tumba de la libertad.

Si se hubiera pasado del dicho al hecho, el mundo feliz de Huxley habría sido insoportable; la Utopía de Moro habría sido un gigantesco monasterio, como lo fue la Ginebra de Calvino; y la República de Platón habría sido un vasto cuartel, como lo han sido los países comunistas. La dificultad consiste en contestar a una compleja cuestión: ¿qué es lo mejor, quién decide qué es lo mejor, y cómo se implanta ese régimen justo y benéfico que sólo tiene ventajas? Platón, como tantos otros hasta Marx, vio que las cosas no funcionaban. Marx escribió El Capital para combatir el Capitalismo salvaje. Platón escribió la República porque no pudo soportar los efectos perversos de la democracia: ni la democrática muerte de Sócrates ni la Guerra del Peloponeso democráticamente perdida. Pero la República no es un mundo feliz, es un estado cuasi policial donde se alcanza el triunfo de la justicia al precio demasiado elevado de la rigidez y el autoritarismo. Quizá porque Platón ha sufrido en sus carnes el precio igualmente elevado de la injusticia.

Hay que asegurar la justicia para que no se repita un proceso como el de Sócrates, donde una asamblea popular es engañada por profesionales de la demagogia política. Hay que impedir la posibilidad de tiranías y oligarquías como Los Treinta Tiranos, que violaron todas las normas y rebasaron todos los límites del desgobierno. Y, sobre todo, no se puede facilitar a los ciudadanos el abuso de la libertad. Porque la tendencia a ese abuso es connatural al hombre, tal y como nos narra el extraordinario mito de Giges, un humilde pastor al servicio del rey de Lidia.

La dificultad consiste en contestar a una compleja cuestión: ¿qué es lo mejor, quién decide qué es lo mejor, y cómo se implanta ese régimen justo y benéfico que sólo tiene ventajas?

Cuenta el mito que sobrevino un terremoto y se abrió la tierra donde Giges cuidaba sus rebaños. Descendió por la grieta y descubrió entre otras maravillas, un cadáver con una sortija de oro en la mano. La tomó para sí y salió. Cuando se reunió con los demás pastores, giró por casualidad la sortija, dejando el engaste de cara a la palma de la mano; e inmediatamente cesaron de verle quienes le rodeaban, y con gran sorpresa suya comenzó a hablar de él como de una persona ausente. Giró nuevamente el anillo y tornó a ser visible. Repitió la operación varias veces y comprobó que efectivamente la joya tenía aquel poder. Entonces se fue al palacio del rey, sedujo a su esposa, atacó y mató con su ayuda al soberano y se apoderó del reino.

Platón sabe que, en posesión de ese anillo, pocas personas serían capaces de mantener una conducta justa. El mito de Giges quiere hacernos ver que nadie es justo por propia voluntad sino por obligación. Y esa obligación sin concesiones, esa mano dura, esa disciplina cercana a la militarización de la vida civil es lo que Platón trata de vendemos en la República esa construcción de legisladores clarividentes que imponen su idea de felicidad colectiva guillotinando las libertades individuales.

Extracto del libro: Desfile de modelos
José Ramón Ayllón: http://www.jrayllon.com/
Texto enviado por: Sandy Genao
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Para conocer:

Queridos amigos y amigas, para que vean que no sólo los latinoamericanos somos desconocedores de 99 por ciento de muchas cosas.

¿Son los americanos estúpidos? (Subtitulado)

septiembre 06, 2007

El mapa no es el territorio: Alfred Korzybski

El mapa no es el territorio, es decir, la imagen que cada uno tenemos de la realidad que nos rodea no es sino una versión de la realidad misma. Dicho de otro modo, la cosa observada y la imagen de la cosa observada son objetos diferentes, por más que ante nuestras mentes pretendan identificarse en todo llegando a confundir lo que percibimos con el objeto que ha sido visto. La expresión el mapa no es el territorio se debe a Alfred Korzybski quien trabajó en enunciar estas diferencias tan evidentes como invisibles para quien no las quiera advertir.

No se pretende aquí dar una explicación exhaustiva ni científica de este concepto ni del fenómeno de la luz de gas. Pondremos algunos ejemplos de cómo es posible que la realidad quede desvirtuada pareciendo otra cosa de lo que realmente es, dando así una imagen diferente, parecida o totalmente contraria a la verdad objetiva. Así, entendiendo que el mapa que hacemos de la realidad y el territorio que pretende ser representado, no son la misma cosa, podremos permitirnos entender que en ocasiones todo lo que nos rodea parece una cosa y es en realidad otra.

La persona, ahora ya desde este conocimiento, podrá entender que efectivamente todos los demás están equivocados, pues han elaborado un mapa erróneo de una situación objetiva de acoso, incluso podrá entender las claves de esta percepción equivocada de la situación si consigue vencer la tendencia a la interpretación mayoritaria, democrática, de este fenómeno, en el sentido de que la versión de los demás, por muchos que sean, no tiene porque ser la imagen de la realidad misma.

Son muchos los factores que hacen que nuestros sentidos y nuestras deducciones nos engañen. Escojo por comodidad del medio el sentido de la vista para hacer visible lo que parece invisible; o también, lo que es lo mismo, para dejar de ver lo que está ahí y sabemos que es visible pero no se ve. Bastarán unos ejemplos para ello.

La percepción

Nuestro primer ejemplo y más evidenciador de lo que se pretende mostrar es un gráfico como el que se encuentra en este texto (Ver gráfico). Cuando pinches en él, lo verás más grande. Vas a ver una imagen como la que aparece pero en las que los puntos de color rosa se mueven. Fíjate bien que se mueven. Mira la cruz del centro. Al poco tiempo descubrirás que además hay un punto verde que antes no estaba y que ocupa el lugar del punto de color rosa que va desapareciendo. Si fijas más la vista en la cruz del centro durante unos segundos... al poco tiempo ya no habrá puntos rosa... se habrán ido... solo quedará la cruz y girando a su alrededor el punto verde.

¿Cual de todas las imágenes que has visto al pinchar es la autentica y cuales son falsas?

¿Cual es el mapa correcto y cuales son mapas erróneos?

Bien, aquí se puede comprobar con este ejemplo como con un mismo territorio, un objeto que no cambia, nosotros somos capaces de ver hasta tres mapas distintos. Y lo que es más curioso aún: ninguno de los tres que vemos es en realidad el objeto en sí: ninguno es un mapa que represente al teritorio

Mapa 1.- Unos puntos de color rosa girando.

Mapa 2.- Unos puntos de color rosa y uno verde girando.

Mapa 3.- Un punto de color verde girando.

Y, ¿Cual es la imagen verdadera?

Pues ninguna de las tres, todas las que somos capaces de ver son en realidad falsas. Veamos:

1.- La más cercana a la realidad es la primera, pero los puntos de color rosa en realidad no se mueven. El movimiento es producto de la eliminación de un punto de color rosa sucesivamente, lo que genera la sensación de movimiento circular de unos puntos que en realidad son estáticos.

2.- Tampoco es esta la imagen real. Los puntos como ya se ha explicado no se mueven, pero además ha aparecido un nuevo punto verde que sencillamente no existe, es la huella en nuestra retina, de un punto rosa, que tarda más en desaparecer de lo que tarda otro punto rosa en ocupar su lugar. Y todos siguen dando la sensación de un movimiento que tampoco existe.

3.- Tampoco es esta la imagen correcta del objeto que observamos. A nuestra vista han desaparecido los puntos rosas que siguen estando aunque fuera de nuestra percepción y por el contrario el que se ve dando vueltas es uno que no existe, el verde, en un movimiento de giro que tampoco es real y que esta provocado en realidad por unos puntos rosas que no vemos pero están ahí.

Bueno, ¿Y entonces? ¿Es que no somos capaces de ver la realidad de lo que tenemos delante de los ojos?

Si. Pero en ocasiones contemplar la realidad solo es posible a través de un proceso de deducción racional porque nuestros sentidos a veces nos engañan. En ocasiones, no podemos fiarnos de lo que vemos u oímos, sino que debemos hacer todo un proceso mental para acercarnos a la imagen real del objeto que queremos conocer. O dicho de otro modo, a través de un acto de voluntad, de un acto de valentía que fuerce a nuestra atención a ver lo que en realidad ocurre pasando por encima de la ansiedad, pasando sobre el miedo que ello pueda producir.

En el caso de nuestro ejemplo gráfico, debemos imaginar sobre un fondo gris, un círculo de puntos rosa, estáticos, y entender que lo que percibimos como movimiento es en realidad la eliminación paulatina de uno de los puntos sucesivos y contiguos, lo que nos da la sensación de movimiento. Y además, eliminar mentalmente el punto verde que vemos, pero no existe, y del que sabemos que es producto de un fenómeno óptico consecuencia de la sensibilización retardada de nuestra retina.

Así, con estas consideraciones y la imagen mental que de ella nos hemos hecho, es como en realidad vemos lo que hay y no con nuestros ojos que nos han engañado.

Podemos decir que para tener una imagen más fiable del territorio que queríamos conocer, hemos tenido que modificar mentalmente los mapas, en este caso tres, que de él nos ofrecía nuestro sentido de la vista.

De esta manera ya sabemos que no siempre vemos lo que es, y que aunque todos en un grupo humano veamos algo claro como la luz del día, puede que esa imagen no se corresponda con la realidad a la que pretende representar.

Anexo: Semántica general

La obra de Korzybski culminó en la fundación de la disciplina que llamó semántica general. Como dijo explícitamente, la semántica general no debe confundirse con la semántica, una disciplina diferente. Los principios básicos de la semántica general, que incluyen el time-binding, están trazados en Science and Sanity, publicado en 1933. En 1938 Korzybski fundó el Instituto de semántica general, que dirigió hasta su muerte.

La esencia de la obra de Korzybsky es la declaración de que los seres humanos están limitados en su conocimiento por la estructura de su sistema nervioso y la estructura de sus lenguas. Los seres humanos no pueden experimentar el mundo directamente, sólo a través de sus abstracciones (impresiones no verbales que provienen del sistema nervioso e indicadores verbales que provienen de la lengua). A veces las percepciones y la lengua confunden al hombre que cree que son los hechos con los que debe tratar. El entendimiento humano de lo que está pasando carece en ocasiones de similiaridad de estructura con lo que está pasando realmente. Puso énfasis en los beneficios de entrenar la concienciación de la abstracción usando técnicas que había obtenido de su estudio de la matemática y la ciencia. Llamó a esta concienciación, meta de su sistema, "conciencia de la abstracción". Su sistema trata de modificar la manera en la que los humanos tratan con el mundo.


Enlace:

Para conocer a Alfred Korzybski


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Para “curarnos”

El compañero Peralta sugirió un video muy interesante, que nos iluminará en el conocimiento de los procesos de la globalización.

septiembre 04, 2007

Primera discusión: El hombre en el vacío


















¿Quién alguna vez no se ha topado con esos lánguidos seres que pregonan la perdida del sentido de su existencia? Hombres trasnochados que quisieran un bastidor al que aferrarse y no logran encontrar más que la nada, el vacío, la negación; y todo por tener una noción insuficiente de su naturaleza y finalidad.

La época contemporánea, se ha caracterizado por el entusiasmo de acabar con todo. Con la metafísica, con la ciencia, con el arte y muy especialmente con el sujeto. Si no lo han reducido a manifestaciones, lo han limitado a ser un constructo eslabonado, a una estructura teórica.

Originalmente sujeto (subiectum) significa lo que esta debajo y se refiere a aquello que permanece en el cambio, que subsiste. Y no a una maquinación o elaboración conceptual que pueda ser constantemente rediseñada.

El existencialismo, el estructuralismo y el postmodernismo, santones todos del materialismo imperante, se han limitado a dar una interpretación reducida de la realidad antropológica del sujeto humano; definiéndolo, unos como un ser para la muerte, otros como una construcción cultural o enunciado del discurso del poder.

Así el sujeto, si no es reducido a una constructo racional sin referente empírico, ha sido interpretado desde lo meramente aparencial, explicándose solo desde una realidad fenoménica que lo accidentaliza, condenándolo a contemplarse desde una dimensión contingente y mudable que tarde o temprano lo destruirá.

Existencialismo: el hombre en lo vago

Sciacca bautizó al existencialismo como la “filosofía de la impresión particular”, descripción fenoménica del existir, que mediante un único acto de la conciencia (la intuición existencial) le da primacía a la existencia bruta sobre las esencias. El existir es un concepto unívoco que se aplica desde dicha intuición a todo lo real externo. Ya que el hombre, como único ser conciente de su existencia, puede situarse como ser en el mundo y dar cuenta de la existencia de éste.

El existencialismo ve al hombre como una existencia desnuda arrojada al mundo para esencializarse, definirse. El sujeto es un mero proyecto que puede ir cambiando por propia libertad de creación y según las propias posibilidades.

El existencialismo sitúa al sujeto “desesperándolo” en su toma de compromiso consigo mismo y haciéndolo tomar conciencia de su última y autentica posibilidad: la muerte. En este punto el existencialismo le da algo no contingente y necesario al sujeto, ¡pero qué necesidad!

Decir que el hombre existe y que desde su mera existencia, por el ejercicio de su libertad, construye su esencia, es disociar dos elementos inseparables como son la esencia y la existencia. La esencia es aquello por lo que la cosa es lo que es y la existencia, por si indefinible, podemos verla como esa esencia actualizada. Así el hombre existe siendo lo que es, si fuera solo existencia sería de por sí indefinible, mera indiferenciación desnuda que, por ejercicio de sabe que libertad, podría definirse como árbol, como perro, como cerdo o como lo que sea.

Si en el hombre, como ente particular, no existiera una estructura entitativa de esencia y existencia estaría confundido y unido a una multiplicidad de entes sin poder diferenciarse.

Post y estructuralismo: el sujeto encerrado en el discurso

En el estructuralismo y postmodernismo, el sujeto es puro agregado lingüístico o pura modalidad en el discurso científico del poder.

En Foucault, por ejemplo, es una especie de producto epistemológico de los soberanos para el control de los individuos. Para él, el concepto de sujeto nace en una época histórica determinada como una construcción de dominio de la práctica del poder.

Foucault despoja al sujeto de todo sustrato, de todo sentido y tendencia autónoma, reduciéndolo a ser relacional al discurso científico del poder dominante de una época histórica determinada, a un elemento autómata de la práctica del poder.

Por herencia del estructuralismo, que ve toda manifestación humana determinada por estructuras de la ciencia la sociedad y la cultura, Ve al sujeto como simple fenómeno epistémico, ideológico y cultural, “una invención reciente cuyo fin está próximo“.

El sujeto como sustrato metafísico

Ante estas posturas que accidentalizan al sujeto, contemplándolo como posibilidad, como construcción relacional al discurso científico imperante o como mero enunciado discursivo, es necesario develar la naturaleza ontológica del sujeto para salvarlo del naufragio al que ha sido sometido.

El sujeto humano como subiectum es un sustrato metafísico que está por debajo y soporta lo accidental del hombre, en este sentido el sujeto siempre permanece aunque varíen los accidentes. El término sujeto es la substancia psicológicamente considerada; de la que vamos a ocuparnos inmediatamente.

En ontología substancia se describe como aquella cosa a la cual le compete existir en sí y no en otro como sujeto de inhesión; diferente a los accidentes que tienen que inherirse y sustentarse en una substancia para poder existir.

La sustancia como existente, individual y concreta es llamada sustancia primera, y se encuentra en este ser finito que es el hombre, como esencia compuesta de materia (cuerpo) y forma (alma).
Como materia el hombre se encuentra, en relación directa con el mundo contingente y mudable; pero como sustancia, el hombre es sujeto personal que permanece idéntico en un solo acto de conciencia.

Como ser personal, el hombre trasciende la pura fluencia de accidentes que se le incorporan en el transcurso de su existencia finita, y al ser esencia actualizada y subsistente permanece como sujeto conciente de su identidad y portador de sentido.

Desde su esencia, el hombre se define como animal racional. Individuo substancial incomunicable, poseedor de accidentes y por tanto supuesto. Al ser persona, añade al supuesto la intelectualidad que lo especifica como substancia individual de naturaleza racional.

Es una substancia compuesta de materia y forma y está siempre abierta a nuevas determinaciones accidentales, y sin embargo es algo permanente. No sólo esta insertado en el mundo, situado fuera de la nada; sino que esta en potencia para alcanzar la perfección que esta grabada en su naturaleza.

Autor: Christian García Cruz
Fecha de publicación: Febrero 16, 2007


Lea el artículo directo

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Para meditar

A algunos de los integrantes del grupo, este video y música les traerá mucho recuerdo de los años que pasamos por el seminario. Para los demás integrantes que ni soñaron con ser curas o monjas, disfrútenlo.

Canto Gregoriano Benedictino

septiembre 03, 2007

¿Por qué El Buzón de Sofía?
















Sofía es una chica que pronto cumplirá 15 años. Después de volver del instituto encuentra en su buzón una carpeta en la que le preguntan si desea hacer un curso de filosofía por correspondencia. Así comienza el mundo de Sofía. La chica irá conociendo a los grandes filósofos de la historia a través del curso que Alberto Knox le imparte en un principio por folletos y más tarde con clases "particulares".

A grandes rasgos el libro habla de los mitos, de los filósofos de la naturaleza (Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Parménides, Heráclito, Empédocles, Anaxágoras...), de Demócrito, del destino, de Sócrates, Platón y Aristóteles, y del helenismo (cínicos, estóicos, epicúreos, neoplatonismo y misticismo), de las dos grandes civilizaciones (indoeuropeos y semitas con sus religiones representantes: hinduísmo y budismo para la primera, y judaísmo, cristianismo e islamismo para la segunda). También el libro repasa la Edad Media (San Agustín y Santo Tomás de Aquino), el Renacimiento, el Barroco, Descartes, Spinoza, Locke, David Hume, Berkeley, la Ilustración, Kant, el Romanticismo, Hegel, Kierkegaard, Marx, Darwin, Freud, y lo que llama "Nuestro Tiempo", centrándose en el existencialismo de Sartre. Finalmente, pero no menos importante, resume la historia del universo, el Big Bang (la gran explosión), la formación de galaxias y la visión del pasado que vemos al ver las estrellas.

La espectacularidad del libro llega cuando la vida de Sofía se ve envuelta en un halo de misterios e intrigas filosóficas que el autor nos va planteando. El Mundo de Sofía (1991) es la novela más conocida escrita por el noruego Jostein Gaarder.

«¿Quién eres?», es la pregunta de la que parte este maravilloso libro que no es sino una búsqueda de uno mismo a través del pensamiento de los grandes sabios de la Humanidad. ¿Quién eres?, una pregunta imprescindible y universal a cualquier ser humano. El mundo de Sofía trata de ser una respuesta a esta pregunta. Pero para contestar a ella se formula una nueva pregunta previa: «¿de dónde venimos?». Es posible que esta segunda pregunta sea más sencilla de explicar –en comparación con la primera–, y para dar una respuesta aproximada se formula el curso de filosofía que es la espina dorsal de esta obra. Pero es necesario entender esta segunda pregunta no como una búsqueda del origen de la existencia, sino como una historia del pensamiento humano desde su nacimiento hasta nuestros días; lo cual puede llevarnos a comprender mejor nuestro propio pensamiento –aunque sobre los orígenes ya dará cuenta Darwin–.